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jueves, 8 de mayo de 2008

Yo sé dónde está el eslabón pérdido: ¡en un bar!

Parece mentira pero es cierto, he resuelto uno de los enigmas más grandes del ser humano. ¡Premio Nóbel ven a mí! Aunque no me importaría compartirlo con Darwin, y el menos conocido Wallace, ya que la Teoría de la Evolución es suya, je, je.

¿Pero de qué hablo? Un poco de ciencia no hace daño. ¿Qué es la evolución? Es el proceso por el cual una especie cambia con el de las generaciones. Dicho proceso se lleva a cabo de manera muy lenta, por lo que han de sucederse muchas generaciones antes de que empiece a hacerse evidente alguna variación. Por ejemplo, la disponibilidad de alimento y espacio son limitados, a partir de esta premisa surge la idea de la competencia (idea de Malthus), luego los que mejor se adapten a ella son los que sobrevivirán, como resultado de la lucha tiene lugar una selección natural que favorece a los individuos con variaciones ventajosas y tiende a eliminar a los menos eficaces en la consecución de los recursos necesarios para la vida.

Ahora podríamos decir que el primer mundo se ha adaptado y que al tercer mundo no se le deja adaptarse, es otra teoría de la evolución, basada en este caso en la pobreza.

El siglo XIX fue clave para entender ese proceso, antes existieron diversas hipótesis que intentaban explicar el origen de la vida sobre la Tierra, sobre lo que yo tengo mi particular punto de vista, pero hoy no es el momento de desvelar el misterio. De esas teorías previas, las creacionistas, hacían referencia al hecho puntual de la creación divina; mientras que las teorías de la generación espontánea defendían que la aparición de los seres vivos se producía de manera natural, a partir de la materia inerte. ¡Menos mal que apareció Darwin!

Darwin en una primera aproximación publicó en 1929 “El origen de la vida sobre la Tierra”. En esta obra el científico ruso propone una explicación, vigente hoy en día, de la manera natural en que de la materia surgieron las primeras formas prebiológicas y, posteriormente el resto de los seres vivos. Con la publicación en 1959 de su obra: “El origen de las especies” aporta una explicación científica sobre la evolución o descendencia con modificación, término utilizado por el científico para definir este fenómenos.

¿Y por qué he nombrado a Wallace? Porque fue quien hizo que Darwin publicara sus estudios realizados durante años, en los que recogió datos botánicos, zoológicos y geológicos que le permitieron establecer sus hipótesis contrarias a la generación espontánea de la vida. Pues durante unos veinte años Darwin intentó cuadrar sus datos y formular una explicación coherente sobre la diversidad que observaba. Entonces un joven naturalista, Wallace, le envió un manuscrito en el que había llegado de manera independiente a las mismas conclusiones que él, esto es, a la idea de la evolución por medio de la selección natural. Lo que hizo que rápidamente Darwin publicara su trabajo. Si no, ¿quién sabe qué teoría reinaría ahora? Ambos se olvidaron del mono y los bares.

Previamente a Darwin también destacaron los trabajos de Lamarck, que fue quien con sus estudios inauguró esa corriente de pensamiento que llevaría al estudio de la evolución de los seres vivos. Lamarck publicó sus ideas en 1809 en la obra: “Filosofía zoológica”, en la que expuso la idea de la transmisión de los caracteres adquiridos como origen de la evolución, y que la causa de las modificaciones de dichos caracteres se encuentra en el uso o no de los diversos órganos. Tampoco éste citó al mono y los bares.

Desde finales del siglo XIX hasta nuestros días la teoría ha evolucionado, así Weismann demostró que las variaciones sobre las que actúa la selección se transmiten según las teorías de la herencia enunciadas por Mendel, ¿pero y el genoma del mono en un bar?

Durante el siglo XX, aparecieron nuevas teorías: la de Kimura (neutralista) que resta importancia al papel de la selección natural en la evolución, dejando paso al azar, y por otro lado la de Wilson, Dawkins y Trivers (neodarvinismo conservador), que se apoya en el concepto de “gen egoísta”, hipótesis según la cual todo ocurre en la evolución como si cada gen tuviera por objetivo propagarse en la población. Así, la competencia no se daría entre individuos, sino entre los mismos genes y tanto animales como plantas serían estrategias de supervivencia para los genes. Nada, que seguían sin hablar del mono y los bares.

Se han buscado pruebas de la evolución en la forma de los especimenes. También ha habido pruebas embriológicas, ya que los embriones de diferentes especies son muy parecidos en la etapa inicial, pero poco a poco se van diferenciando. Y por supuesto pruebas paleontológicas: los fósiles, que se distribuyen en los estratos geológicos, desde los invertebrados en los más antiguos, hasta los mamíferos (ningún mono en un bar) y aves en los más recientes.

Según esta evolución, la vida surge del agua, repta hasta la tierra y camina sobre ella, incluso con sólo dos patas como el mono, pero el paso del mono al hombre no está claro, es lo que se denomina el eslabón perdido de la evolución.

Pues bien, yo lo he encontrado, ¡somos los españoles! ¿Por qué? Por el elevado número de bares por habitante que tenemos en nuestro país, y si no, ya me explicaréis vosotros el suceso que ha ocurrido hoy en Tenerife.

Dos chimpancés (monos, por si algún lector se encuentra al borde del eslabón perdido), se han escapado del zoológico Oasis en La Orotava. Eran madre e hija y han salido corriendo, ¿hacia dónde creéis? Pues hacia un bar, ¡por supuesto!, como el ser humano cuando sale de su casa. De hecho, cuando el ser humano vuelve a casa después de una dura noche de copas, ¿no se asemeja su movimiento un poco más al de un chimpancé? Pensadlo detenidamente...

Una de las chimpancés entró al bar, asustó a los clientes, que al no estar suficientemente ebrios no intentaron ninguna operación de ligue, como sería habitual cuando entra una señorita, y armó la gorda. El animal se asustó ante el lamentable espectáculo que es un bar y causó importantes daños en el local, el más grave para el eslabón perdido, la pérdida de la televisión, sin duda, pues la caja tonta nos acerca de nuevo al mono.

Uno de los propietarios del bar ha contado el suceso: hacia las 14:00 una chimpancé de tamaño mediano abrió la puerta del bar y entró corriendo hasta la cocina, allí se quemó y se cortó en las piernas con una estantería que destrozó (pobrecilla, la chimpancé claro). Como el animal tenía mucha fuerza ni siquiera entre dos personas pudieron sujetarlo, por lo que la monita siguió causando destrozos en el local, hasta que los agentes de la benemérita lograron reducir a la mona. ¿Le habrán practicado el control de alcoholemia?

¿Y la otra chimpancé? Pues supongo que habría visto King-Kong, ya que fue localizada y capturada por los agentes en la azotea de una vivienda próxima.

Queda claro que a los monos les gustan los bares, queda claro que a las personas también, luego ahí tenemos el eslabón perdido de la evolución: el amor a los bares fue lo que hizo brotar la inteligencia. Y en España amamos los bares. De hecho no me cabe duda de que el primer homínido montó un bar y así se fueron convirtiendo todos, hasta que el homo sapiens sapiens, inventó la televisión, grave retroceso en el escalafón evolutivo para todos sus fieles admiradores. Por supuesto me refiero a la programación, no al aparato en sí...

Y así tras un poco de ciencia con un pequeño toque humorístico me despido de vosotros por hoy convencido de que merezco el Nóbel por mi teoría del eslabón perdido. Espero no merecer por lo mismo el castigo de la hoguera, pues el castigo del fuego purificador es para los que impiden la comprensión de la evolución con teorías como la mía y se ríen de ellas como si fuesen imposibles, lo mismo pensarían al principio de las de Lamarck y Darwin...

¡Buenas noches!

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