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miércoles, 14 de mayo de 2008

Sobre los asesinos de ETA y el dolor.

Hoy vuelve a ser un día triste ya que ETA ha vuelto a matar. Esos cobardes asesinos han intentado una verdadera matanza por la cantidad de explosivo utilizada, tal vez con su furgoneta bomba pensaban volar todo el cuartel de la Guardia Civil, ¡quién sabe!

Lo que tengo muy claro es que el pobre hombre que estaba de guardia en la garita no había hecho nada para merecer esa muerte tan injusta, como tampoco los otros cuatro heridos por supuesto, pero no son comparables a la muerte de una persona inocente. Tan inocente como todas las víctimas de esta maldita banda de asesinos, que tienen menos cerebro que un mosquito pues piensan que tienen derecho a matar, y ese derecho no lo tiene nadie, absolutamente nadie.

Nunca me ha simpatizado la Guardia Civil, creo que es un cuerpo obsoleto que debería desaparecer e integrarse en la Policía Nacional, pero eso no es motivo para que unos descerebrados la tomen contra ellos, como tampoco contra los políticos ni contra cualquier ciudadano.

Por ello, brindo unas palabras para el recuerdo del melillense que sólo llevaba dos meses en su puesto y que le ha tocado pagar el pato, simplemente por estar en el lugar equivocado. Así que, Juan Manuel Piñuel Villalón, descansa en paz. Desde aquí mando mi ánimo y mis condolencias a todos los familiares y amigos de este hombre que ha muerto prematuramente a la temprana edad de 41 años. ¡Qué injusta es la vida! Espero que al menos los cuatro heridos se recuperen totalmente.

Todos los partidos han condenado el atentado, todos menos uno supongo claro, y al parecer este nuevo atentado va a provocar la unión contra el terrorismo de las dos fuerzas mayoritarias PP y PSOE, espero que sea cierto y que vuelva a ver un pacto antiterrorista sin condiciones de ningún tipo, ya que el terrorismo es una lacra que hay que hacer desaparecer y para ello hemos de estar todos unidos.

Sin duda que los familiares de Juan Manuel estarán pasando un muy mal momento y sufriendo mucho dolor. El dolor es de lo que pensaba hablar hoy, pero los desalmados etarras me lo han recordado produciendo más dolor en nuestra sociedad, aunque lo mejor es tratar de obviarlo y hacer como que no ha pasado nada, pues la indiferencia es lo que más dolor puede provocar a esos asesinos. Por ello seguiré con el tema que tenía previsto.

¿Qué es el dolor? La verdad es que a mí me costaría definir el dolor, y aunque existan definiciones, yo coincido con la postura de muchos autores que defienden que es algo que no se puede definir. Habría que hacer distinciones entre el dolor físico, psicológico, espiritual, etc.

El dolor físico es una sensación subjetiva de molestia de alguna parte del cuerpo, insisto en lo de subjetivo. Por tanto es algo que depende mucho de la persona que lo siente. Hay muchas manifestaciones de dolor, las producidas por un golpe (cuya causa es evidente), los simples, o no tanto, dolores de cabeza, y ya los más difíciles de afrontar como serían por ejemplo los derivados del cáncer. Yo diría que las causas de dolor son infinitas.

Lo único que tengo claro es que la sensación de dolor físico es transmitida al cerebro por los nervios periféricos que tienen nuestros órganos y que reaccionan así cuando presentan la dolencia.

Pero, ¿se puede medir el dolor? En principio no, pero hay quien dice que con una serie de tests sí que se podría llegar a medir, yo no lo tengo tan claro. Vuelvo a resaltar que el dolor es algo muy subjetivo, ¿y qué pasa cuando el dolor viene producido por alguna alteración del sistema nervioso? Ahí si que creo que no se puede medir, del mismo modo que no se puede medir la fatiga provocada por alguna alteración nervios o algún sobreesfuerzo y si no preguntad a alguien que padezca fibromialgia o fatiga crónica, veréis que son grandes incomprendidos, pues sus dolores no resultan creíbles.

Por tanto, en principio, se pueden distinguir dos tipos de dolor: el agudo y el crónico. Ambos son dolores, pero cada uno los siente a su manera. La subjetividad es tal, que va más allá de la simple percepción del dolor, pues involucra al individuo como tal. Por ejemplo, un golpe de la misma intensidad y producido por la misma acción, seguro que no es percibido de igual forma por un boxeador que por un matemático, ¿o sí? Evidentemente en la percepción del dolor tiene mucho que ver el estado de ánimo, las experiencias previas, la personalidad, la educación, la cultura y el momento mismo de sentir esa molestia. ¿Pero a dónde quiero llegar?

Al caso límite con el que se encuentran a veces algunos médicos. Supongamos un paciente al que se le hacen todo tipo de pruebas y resulta sanísimo, un ejemplar envidiable de la especie humana, pero no para de quejarse a su médico de que sufre dolores, incluso cansancio, pero que no se detectan, y que estos se ven agravados por su actividad diaria, ya sea estudios o trabajo. ¿En qué momento debe decidir el médico que su paciente no le está tomando el pelo y recomendarle unas vacaciones? La verdad es que es una decisión difícil, ¿o no os lo parece así?

Si el médico conoce a la persona lo suficiente pienso que no debería dudar de ella, ya que es rara la gente a la que le gusta ir al médico y que le hagan un montón de pruebas de todo tipo. Pero por desgracia existen aprovechados que a la mínima piden bajas laborales a su médico, lo que hace que paguen justos por pecadores. Incluso a veces esos pobres justos deben ver cómo algún que otro compañero de trabajo consigue engañar al sistema mientras él sufre su dolor, y además una inmensa rabia al ver lo que ha hecho su pecador compañero. Por eso, yo trato de entender a los médicos, aunque yo he de decir que de ser médico sería de los que me curaría en salud...

A ver si todos esos investigadores que ya comenté que malgastaban su tiempo en inventar innovadores e inútiles sistemas “abrefácil” se ponen las pilas y dan con sistema objetivo de medir el dolor. Supongo que debe ser algo tan fácil como encontrar el móvil perpetuo.

Con esto os dejo por hoy. Creo que mis palabras y mis reflexiones no merecen el castigo de la hoguera. Por supuesto, quienes merecen el castigo del fuego purificador son los anormales asesinos etarras por atentados como el de hoy, pero también los que se aprovechan del sistema sanitario para conseguir bajas laborales injustas y por su culpa otros que la necesitan deben esperar mucho tiempo sufriendo hasta que la consiguen.

¡Buenas noches!

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