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viernes, 18 de abril de 2008

Señor Papa vuelva su mirada hacia España y condene al cura ladrón.

Mientras el Papa está de viaje por Estados Unidos pidiendo a la ONU que trate de salvaguardar los derechos humanos en todos los países del mundo, y mientras reconoce que se obró mal en los casos de pederastia, en España aparece un nuevo caso sobre el que el jefazo del Vaticano debería actuar.

Pero no lo ha hecho, por suerte la Justicia sí que ha intervenido a tiempo y se ha condenado a un sacerdote ladrón. Y yo me pregunto, este sacerdote, ¿seguía la doctrina de Cristo?, ¿seguía la de Robin Hood?, ¿o simplemente se enriquecía?

Yo apuesto por la última que es la contraria a las enseñanzas de Jesús, pues lo único que quería el sacerdote era acumular riquezas, nada de repartirlo entre los pobres de su Fundación, y aunque así fuera no dejaría de ser un cura ladrón, ¡vaya contradicción!

¿Y a quién robó ese cura ladrón? Pues a un ser impedido y desvalido: una anciana, que fue ingresada junto con su marido en 1988 en el geriátrico de Nuestra Señora de Os Gozos en la provincia de Orense. Dicha anciana falleció años después, en el 2003, tras fallecer previamente su marido en 1999. Y sin duda por pura casualidad todo el capital que había heredado de su marido se encontraba en las arcas de la Fundación San Rosendo, de la que es presidente el cura ladrón, Benigno Moure.

La verdad es que nuestra sociedad está acostumbrada ya a este tipo de jugadas por parte de ciertas fundaciones eclesiásticas. Así, en los asilos de ancianos, suelen aceptar mayores sin herederos o con deficiencias mentales para quedarse con sus herencias, y es que en todas partes, la Iglesia sigue la pobreza que predicaba Jesús, acumulando más y mas propiedades, pero en estos casos a costa de nuestros mayores desvalidos, que no saben lo que están firmando. ¡Qué rastreros!

Pero esta vez le salió mal la jugada al cura ladrón, pues había un heredero, cosa que el sacerdote desconocía, un sobrino.

Este sobrino presentó una denuncia contra la Fundación, nada menos que por el traspaso a esa institución de unos 600.000 euros y unas 60 propiedades. Parece que el cura ladrón sabía elegir bien a sus víctimas...

Pero también parece ser que la Justicia a veces es justa, por lo que como resultado del proceso, la Audiencia Provincial de Orense ha condenado a este cura ladrón, a cinco años de prisión por los diversos delitos de apropiación indebida de los bienes de la anciana incapacitada, aunque le absuelve de los delitos de estafa y falsedad documental.

Por supuesto, el cura no era tan inteligente para hacerlo sólo, así que también ha habido cómplices, principalmente un notario, Alejo Calatayud, a quien la Audiencia también ha impuesto ocho meses de multa (a 15 euros por día) por falsedad documental, falsificación e imprudencia grave.

La Justicia ha conseguido probar que la pareja de ancianos ingresó en el geriátrico porque eran incapaces de atenderse ellos mismos, como también de administrar sus bienes, cosa que rápidamente olfateó ese cura ladrón, como los buitres la carroña. La razón por la que ingresaron es que el marido padecía Alzheimer y la esposa una demencia senil incipiente.

Cuando el matrimonio de ancianos desvalidos ingresó en la residencia disponían de un gran patrimonio inmobiliario, así como una enorme suma de dinero en una sucursal de Banesto. Esto motivó que el director de la sucursal tratase de ponerse en contacto con el matrimonio para que le sacasen mayor rendimiento a todo ello. Sin embargo, no pudo contactar con ellos sino que estuvo obligado a tratar con el cura ladrón, quien controlaba sus visitas estrictamente.

Fue así como el cura ladrón le dijo al director del banco que su fundación se encargaba de la gestión y de la administración del patrimonio de los ancianos. Y como quien no quiere la cosa el sacerdote fue incluido como autorizado en las cuentas bancarias, tras asentir la anciana con la cabeza y firmar el documento. ¿Realmente era consciente de lo que hacía? Si lo hizo ella sola evidentemente no, he aquí la gravedad de lo imputado a este hombre de “bien”, el cura ladrón.

Pero una vez fallecido el marido, la Fundación solicitó la inacapacitación legal de la anciana, lo cual hizo la Fiscalía, pero para sorpresa del sacerdote, nombró como tutor y único heredero a su sobrino. ¿Se le venía todo su plan al traste? Ni mucho menos...

Está claro que antes de ello, el tal Moure pensaba que el matrimonio no tenía herederos, por lo que transfirió de forma ilícita todo su patrimonio a la Fundación, para lo que actuó como el verdadero poseedor de todas sus propiedades inmobiliarias, y en cuanto al dinero, le fue muy sencillo, ya que estaba autorizado en sus cuentas. Sin duda es un hecho sin premeditación ni alevosía, ¿verdad?

El cura ladrón se aprovechó de la incapacidad mental de la anciana para hacerla firmar un contrato privado de la venta de sus bienes, de modo que cuando ya fue declarada legalmente incapaz, realizó un documento público de venta. A parte de transferir el dinero a la Fundación, tanto directamente como cargando unos gastos exagerados, por supuesto sin facturas ni recibos, claro.

A pesar de la pena de cinco años de prisión a los que se ha condenado al cura ladrón, no acabo de entender muy bien cómo ha salido impune de los otros delitos que había cometido, como son la falsedad documental y la estafa.

El culpable de la falsificación ha sido el notario ya que no comprobó la salud mental de la anciana vendedora, que ya estaba incapacitada legalmente. Y es que a veces los notarios también se saltan las leyes a la torera, aunque cobren enormes minutas. Pero éste también se ha salvado de la acusación de estafa. ¿Por tanto no ha habido estafados ni estafadores? ¡Qué raro!

Para mí, ese cura ladrón y muchas monjitas de la caridad que se comportan de forma parecida a la de este sacerdote, sí que son unos estafadores, y por supuesto ladrones. En su caso, el tal Moure creó la Fundación San Rosendo en el 92 (año olímpico o mejor aún año os limpio). Tenía la intención de dar atención y cuidado a ancianos, inválidos y necesitados. Así como también a alcohólicos, minusválidos físicos y psíquicos en sus distintos grados, pobres, y dar servicio a domicilio a personas y familias necesitadas, crear guarderías infantiles, comedores sociales y todo aquello que supusiese la educación, formación y sensibilización de la comunidad, así como la ayuda y asistencia a necesitados. O al menos eso dice en su página web el cura ladrón.

Supongo que la Fundación trataba de dar esos servicios, pero el precio era un poco excesivo, ¿no creéis?

Es por ello, por lo que me gustaría que el notario comprendiese el significado de la palabra dimisión y dejase su cargo, ya que ha actuado en contra de las leyes sobre las que debe dar buena fe de su cumplimiento, como también me gustaría que nuestra Conferencia Episcopal, a la que tanto le gusta meterse en política, y el mismísimo Vaticano vuelvan su mirada hacia este tipo de hechos, mucho más comunes de lo que pensamos, y denuncien los mismos, como también expulsen o excomulguen a los culpables de esos delitos, en este caso Moure, el cura ladrón. Pero doy por hecho que no o harán, pues el mal habita en el Vaticano, ya que es el lugar donde se encuentra el verdadero Infierno.

Con estos pensamientos os dejo por hoy. Realmente siento cerca el calor de las llamas, pero no me importa, pues por el hecho de dar mi opinión se estaría quemando a un inocente, a lo que ya está muy acostumbrada la Iglesia. Espero que estéis de acuerdo conmigo en que los auténticos merecedores del castigo del fuego purificador son el cura ladrón y el notario, por aprovecharse de una anciana incapacitada, y por supuesto la Iglesia, que como siempre, hasta dentro de 500 años no pedirá perdón por estos hechos ni entregará a la Justicia a otros culpables de los mismos hechos, pues ellos lo saben muy bien y los esconden.

¡Buenas noches!

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