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sábado, 16 de febrero de 2008

El ser humano y el mejor reloj del mundo.

Parece ser que tras años y años de ver cómo los diferentes países del mundo se afanaban por cruzar la meta el primero en la carrera aeroespacial: poner al primer ser humano en el espacio, llegar el primero a la Luna, llegar a Marte, etc. Ahora existe otra carrera contra el tiempo, que consiste en que cada poco tiempo alguien dice que ha fabricado el mejor reloj del mundo, lo que no deja de tener utilidad sí, pero que al hombre de a pie le trae bastante sin cuidado, ¿o no?
Unos físicos estadounidenses, que a nadie le extrañe que los mejores descubrimientos ocurran allí porque es un país que invierte mucho dinero en investigación y desarrollo, no como el nuestro, han diseñado un reloj tan preciso que no atrasará ni adelantará un segundo en 200 millones de años, un gran descubrimiento a la altura de los maniáticos de la puntualidad. Este reloj supera al anterior que ostentaba el récord y que podía mantenerse en hora durante 80 millones de años. Supongo que para dar fe de tal suceso, los notarios también habrán descubierto una pócima de la longevidad infinita...
Bromas aparte, es cierto que el avance en estos tipos de relojes tiene mucha importancia, sobretodo en el campo del control remoto, en el que la precisión es crucial, por ejemplo, el control de un vehículo aeroespacial donde un mínimo error puede arruinar una misión, como ya comenté el otro día con lo de la sonda estrellada en Marte, o también para sincronizar las redes de telecomunicaciones, y quién sabe si algún día estos descubrimientos permitirán la conducción sin manos en coches guiados por satélite, con lo que se eliminará el carné por puntos... Ciertamente, el descubrimiento tiene su miga, ya que se está trabajando en la escala de tiempo en que fue creado el universo, lo que tal vez permita a los físicos responder a algunas de las preguntas básicas sobre la naturaleza del universo, lo que para mí es vital... ¡Un sueño!
Pero por desgracia, en nuestra vida diaria, tanta precisión es absurda. Hoy en día al pobre Phileas Phog y su preciso reloj, le daría un ataque ya que se daría cuenta de que no podría dar su vuelta al mundo en 80 días por la impuntualidad de la gente o de los servicios, que no de la tecnología claro.
Se retrasan los aviones, se retrasan los barcos, se retrasan los trenes y los autobuses. Los que lo sufrimos nos cabreamos y nos encendemos contra la pobre gente que trabaja tras el mostrador y que poniendo cara de póquer no acierta a dar mejor explicación que encoger los hombros y aguantar el chaparrón. Pero lo que es evidente es que si los servicios se retrasan es porque al ser humano se le está olvidando la virtud de ser puntual, y sinceramente creo que para tener una buena consideración, una persona debe ser puntual, pero es un valor que estamos dejando perder.
Yo mismo, como otros muchos, me estoy convirtiendo en un ser humano impuntual, pero es que si no sufriría mucho tiempo solo y en silencio, triste pero cierto. Para llegar al trabajo, la mayoría de nosotros somos muy puntuales, pero otra cosa son las citas informales, ya que como en ellas no peligra el sueldo pues no duele hacer esperar al de enfrente cuanto sea necesario. Así, yo tengo un catálogo de gente con la que quedo, donde mentalmente ya asocio el intervalo de tiempo que debo llegar tarde para no aburrirme. Tengo amigos superpuntuales, con los que da gusto llegar a la hora, pero por desgracia tengo otros con los que tranquilamente puedes llegar con una hora de retraso y ser puntual, ¡qué cosas!
Ojalá, esto pudiese volver a cambiar, pero no es fácil. Hoy en día, la figura del conejo de Alicia en el País de las Maravillas sería inimaginable para su autor, un conejo que va deprisa mirando su reloj sin parar de decir: llego tarde, llego tarde, llego tarde... Ahora le contestaría Alicia, ¡tranqui tronco!, ¿qué más da que llegues tarde? A veces nos burlamos de la inefable puntualidad británica, pero deberíamos aprender un poquito de ellos, ¿o no?
Pero claro es difícil coger hábitos de puntualidad, cuando los ejemplos que te da la vida cotidiana son siempre de impuntualidad. Si vas a ver un partido de baloncesto, puedes llegar un poco tarde, que como se retrasarán no pasa nada, si vas al cine tres cuartos de lo mismo, pues te van a poner un cuarto de hora de publicidad antes de la película. Y lo peor es la impuntualidad dentro de tu propia casa, en el aparato de televisión, donde te anuncian un programa para las 10 y a las 10 y media todavía estás esperando a que empiece, y a mediante programa te ponen publicidad diciéndote: volvemos en 45 segundos, pero con calma, que esos segundos pueden llegar a ser minutos, así que tienes tiempo de dar un paseo, fregar y lavarte los dientes...
Por eso, en esta sociedad que tiende hacia la impuntualidad infinita, yo me pregunto... ¿Para qué quiere el ser humano el mejor reloj del mundo? Si ni siquiera lo va a mirar... 200 millones de años sin retrasarse para que uno se empiece ya a retrasar en el primer segundo de su vida.
Y así me despido por hoy. Espero que mis palabras no me lleven a la hoguera pues no digo más que la verdad, que no es otra que a la sociedad ya no le importa la puntualidad más que en las campanadas de fin de año. Por eso condeno a todos los impuntuales, a todos sin excepción, por tanto yo también voy dentro del saco, al castigo del fuego purificador en que el fuego abrasador sea capaz de hacer que el ser humano vuelva a comprobar la hora en su reloj, y vuelva a se puntual.
¡Buenas noches!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Hola! me ha parecido muy interesante lo que has escrito acerca de impuntualidad. Aunque creo que es una de las "costumbres" de la sociedad española ( y alguna otra por ahí también habrá) más que de la sociedad en general. Y una costumbre que desespera, cuando no enfada profundamente, a muchos extrangeros que viven o vienen a pasar una temporada en España. Yo debo tener algún que otro gen suizo, porque también es un tema que me llama mucho la atención. Y aunque no siempre lo consigo (ayer, por ejemplo), normalmente intento llegar siempre a la hora a la que he quedado. Y claro, a esperar de cinco a diez minutos a que aparezca alguien. ¿por qué se queda a una hora si nadie tiene la más minima intención de llegar? ¿Y por qué a nadie le importa esta falta de puntualidad? ¿será mi gen suizo, o la edad que me vuelve intransigente?

Opinador Lenguaraz dijo...

¡Hola amiga anónima! o no tan anónima, je, je.
Sí, la verdad es que es otra de las costumbres españolas que se me olvidó incluir en aquel artículo, gracias por recordármelo.
Digamos que a casi nadie le importa la falta de puntualidad, aunque todavía queda gente que lo reprocha, ¡menos mal!
En lo de quedar a una hora cuando nadie va a llegar a esa hora, estoy de acuerdo. Es absurdo, como también lo es la solución que le daba hace años, pues a ciertas personas le decía de quedar a las 5 y yo llegando a las 6 todavía llegaba pronto, así que aunque quedasemos a las 5, les decía a las 4, y así esperaban ellos...
No sé si tendrás un gen suizo, pero dudo que ese sea el motivo. Como tampoco creo que lo sea la edad, puesto que la edad no creo que vuelva intransigente, más bien te hace más sabio y seguro de lo que quieres y de lo que no quieres, con lo que sí te vuelves más exigente porque vas teniendo más experiencia y quieres evitar caer en pasados errores, ¿o no?
Un saludo anónima comentadora.