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lunes, 4 de febrero de 2008

Descuidando a los cuidadores.

Hoy me he decidido a ponerme a divagar un rato sobre ése paradójico título. ¿Qué quiero decir con el? Pues simplemente lo que pone en él, que descuidamos a nuestros cuidadores. Lo que es lo mismo, que vivimos en una sociedad en la que resulta demasiado fácil olvidar y apartar a nuestros ancianos...
No me refiero sólo al hecho de que los ancianos en España, en una gran mayoría, reciban unas pensiones con las que les cuesta llegar a fin de mes, de lo que sólo parecen darse cuenta los gobernantes cuando se acercan unas elecciones. Si es que, ¡tenemos unos políticos que no merecemos! Pero a parte de esas miserables pensiones hay un tema de fondo más importante y ése es del que quiero hablar hoy: el abandono de los ancianos.
Esos ancianos, mayoritariamente, fueron padres en el pasado y dieron todo lo que podían por sus hijos, y más tarde por sus nietos, en caso de tenerlos. ¿Y qué suelen recibir a cambio? La consideración de estorbo, de cosa que hay que mantener alejada porque sólo acarrea problemas y trabajo. ¡Con todo lo que hicieron por sus hijos!
Por suerte, no es algo que se puede generalizar, pero no me digáis que no da pena verlos a veces en televisión, cuando no se pueden valer por sí mismos rodeados de la soledad de su propia compañía. Para mí es algo muy triste...
Pensemos en nuestros padres, en su mayoría de clase media, que vivieron una posguerra en la que no tenían a veces más que un chusco de pan que llevarse a la boca. Los que tuvieron suerte pudieron estudiar y conseguir algún trabajo que no acabase con sus huesos destrozados y sus músculos fatigados. Pero muchos no pudieron ni acabar el colegio porque su familia necesitaba su trabajo, la aportación de su dinero para poder sobrellevar la vida, así que desde muy pequeñitos tuvieron que trabajar para sus padres. Una situación muy distinta a la que se vive ahora, ya que no se puede trabajar hasta los 16 años, y aún así hay chavales que prefieren calentar una silla en un instituto, sin ninguna motivación por estudiar... ¡Qué distinto! Antes ellos se daban cuenta de que había necesidad y no dudaban en sacrificar parte de su infancia para que su familia pudiese vivir un poco mejor, ahora los adolescentes no se dan cuenta de nada de eso porque el dinero les cae del cielo prácticamente.
Así pues, tras una vida de sacrificio por sus padres, luego comenzaba una vida de sacrificio por sus hijos. Éstos, antiguos hijos de tan dura infancia, no querían que sus hijos tuviesen que pasar por lo mismo. Por ello siguieron sacrificándose, ya como padres, para que sus hijos tuviesen un futuro mucho mejor que su presente. A fuerza de trabajo y sacrificio consiguieron que sus hijos estudiasen una carrera para poder tener un buen trabajo, y si no, pues simplemente les orientaron y ayudaron a encontrar un trabajo mejor al que ellos pudieron aspirar.
¿Y qué han recibido a cambio por ello? En más casos de los que serían deseables ni siquiera las gracias, pero no sólo eso... En la generación anterior a la mía, la de los nacidos en los sesenta, con su progresismo, sus movimientos por el pacifismo y su lucha por las libertades, hay demasiados casos en que se dejaron algo olvidado por el camino, nada menos que a sus propios padres. ¡Gravísimo!
Sus padres hoy en día necesitan ayuda para ir al médico, para ir a comprar, para limpiar la casa, y en algunos casos necesitan ayuda para poder efectuar su higiene personal, pero hay hijos sin corazón que olvidaron todo lo que sus padres hicieron por ellos, por no decir que se olvidan de sus padres... Incluso a veces podemos ver en los medios de comunicación casos de ancianos que mueren en la miseria, con hijos que nadan en la abundancia o ancianos que mueren calcinados, por ejemplo, porque no había nadie a su lado para vigilar su brasero. Es algo doloroso y triste, ¿verdad?
Hay casos en que los ancianos, por su propia cabezonería impiden cualquier ayuda y quieren valerse por sí mismos, cuando ya no pueden, negándose a aceptar la ayuda de sus hijos, buenos hijos en este caso. Cuando los hijos ya no son tan buenos, pero al menos tienen corazón, o su situación familiar no les permite otra posibilidad mejor, los llevan a asilos o residencias y si no avisan a los Servicios Sociales para que al menos estén atendidos. Entonces, cada vez empiezan a visitarlos menos, porque su conciencia ya está tranquila, creen hacer todo lo que pueden, que no es nada comparado con lo que sus padres hicieron por ellos, y que han seguido haciendo cuando les dejaban a su cuidado a sus propios hijos, sus nietos.
Pero los peores son ésos que han triunfado en la vida, pero se avergüenzan de su origen humilde, ésos sí olvidan completamente a sus padres, salvo si hay una herencia de por medio, claro, aunque sólo se acordarán cuando tengan que pelearse con sus hermanos por ella. Estos inhumanos tienen la posibilidad de albergar a sus padres en sus lujosas casas y devolverles todo lo que hicieron por ellos cuidándolos con cariño, o como mal menor ingresarlos en una buena residencia en la que estén bien cuidados para olvidarse de ellos, pero a veces ni eso...
Como ya he dicho no es algo generalizado, pero es que el más mínimo caso da una pena tremenda, es muy triste olvidar a nuestros mayores. ¿Lo hará también nuestra generación? ¿La de los setenta? Pues de hecho ya está empezando a hacerlo, por lo que todo parece indicar que vamos a ser peores. Pero ¡ojo!, que muchos de esos adolescentes del presente a los que se lo damos todo hecho y que no saben valorar el esfuerzo, posiblemente nos devuelvan el mismo cariño que les damos a nuestros padres, ¡pero por triplicado! Ése es el futuro... Parece bastante negro, pero aún está en nuestras manos cambiarlo, ¡cuidemos a nuestros cuidadores! Así los chavales al menos verán cómo debe comportarse un buen hijo, y se les quedará grabado en la memoria para el futuro que la familia no está sólo para pegarse comilonas en Navidad.
Todo lo que acabo de decir es generalizable, es decir, no me refiero sólo a los hijos, también sobrinos y demás familia suelen olvidar a los mayores, salvo cuando los necesitan. Incluso los casos de personas que viven solas, sin tener descendencia, porque por razones de la vida no quisieron o no encontraron sentido a formar una familia, no debemos olvidarlos, también ellos lucharon por lo que somos. Desde aquí quiero dar una ovación a esos voluntarios que se dedican a compensar lo que otros no hacen, dedicando parte de su tiempo a cuidar y a hacer compañía a esos ancianos que queramos o no, forman parte de nuestra historia. ¡Bravo por ellos!
Con todo este escrito lo único que quería era criticar a esa gente que olvida sus orígenes, que nos son tantos como puede parecer que estoy pensando al escribir esto, pero es que aunque fuese uno sólo, para mí sería un criminal. Tan sólo espero que cuando a mí me llegue el momento de demostrar si soy capaz de cuidar a mis cuidadores, sepa estar a la altura y les demuestre con mi actitud, el enorme agradecimiento por todo lo que mis padres me han dado, como a vosotros los vuestros, y no me convierta en uno de esos miserables que he descrito, sino que les de todo el cariño del mundo y haga todo lo que esté en mis manos para que se sientan los ancianos más dichosos del mundo, porque alguien que se sacrificó por sus padres y luego por sus hijos no merece otra cosa...
Y así me despido por hoy, esperando que la sociedad sea capaz de reencontrar su rumbo y valorar como merecen a sus mayores, pues sin ellos no seríamos nada. Hoy creo estar seguro de que mis palabras no me llevarán a la hoguera, y me gustaría conseguir, aunque sólo fuese deseándolo con todas mis fuerzas, que esos ancianos abandonados a una suerte que no merecen, tengan la dicha de que alguien se apiade de ellos, pues es como si ellos hubiesen merecido el castigo de la hoguera. Y por supuesto, condeno a esos hijos, o personas en general que permiten que sus mayores malvivan y los declaro merecedores del más avivado fuego purificador.
¡Buenas noches!

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