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domingo, 10 de febrero de 2008

La pequeña empresa y sus problemas.

Hoy me apetece divagar un poquito sobre los problemas que tienen las pequeñas empresas para poder sobrevivir. ¿Y por qué hoy? Pues porque es domingo, día de descanso para las pequeñas empresas, aunque no así para las grandes...
Cuando digo esto, estoy pensando en las grandes superficies comerciales, que posiblemente estén hoy abiertas, generando enormes beneficios, ya que suelen ir familias enteras en busca de compras, ocio y diversión. Esto es algo que no pueden hacer las pequeñas tiendas, que suelen ser empresas familiares, con algún que otro empleado, pero que no pueden abrir todos los días de la semana porque necesitan descansar, al no tener un sistema de turnos por no tener una ingente cantidad de empleados mal pagados, que se dejan la salud para hacer todavía más ricos a los dueños de las grandes empresas.
Pero los comercios, no son los únicos que están atravesando por dificultades, sino todas las pequeñas empresas, ya que cuando hay un poco de crisis económica, ésta se deja sentir primero sobre las empresas pequeñas, que evidentemente soportan menos presión y a la mínima explotan, esto es quiebran... Pero al Ministerio de Hacienda todo eso le trae sin cuidado, pues no tienen ningún miramiento cuando trimestralmente deben presentar las cuentas del IVA, y cuando al final del período en la Declaración de la Renta les dan la estocada mortal, que sería unas simples cosquillas para una gran empresa, pero para una pequeña que ya va de capa caída, entre unas cosas y otras puede suponer el cierre.
Además, la pequeña empresa está basada en la confianza, pero ésta muchas veces se rompe. No es extraña la situación en que en una localidad haya pequeñas empresas compitiendo por abastecer a sus clientes, tratando de abaratar costes sin mucho margen de beneficio, para que un día de la noche a la mañana, en esa misma localidad aparezca un comercial de una gran empresa de fuera, ofreciendo precios que revientan el mercado local, ya que las pequeñas empresas no pueden abaratar tanto sus productos. Pero se acogen al clavo ardiendo de la confianza, la confianza en sus clientes que son de toda la vida y no les van a fallar...
Pero no es eso lo que ocurre, ya que esos clientes que les han estado molestando con impertinencias y con las exigencias de pedidos a última hora que deben ser servidos al instante, ante la posibilidad de ver el ahorro que ofrece el producto de fuera, dejan de pensar en su proveedor de toda la vida, se rompe la confianza, y se van a por el producto barato, hasta que un día les surgen problemas pues la gran empresa trabaja siempre a su ritmo y no aguanta impertinencias, pero ya es tarde para echarse atrás...
Hay también otra forma en que los clientes fastidian a la pequeña empresa, y es con la forma de pago. Pues son muchos los clientes que piden pagar a 60, 90 o 120 días, mientras que los proveedores de la pequeña empresa suelen exigir pago inmediato porque la ven indefensa y no quieren que si quiebra, les queden a deber nada... La pequeña empresa siempre está entre la espada y la pared.
Lo peor es cuando los clientes dejan a deber grandes cantidades, declarando sus empresas en quiebra y montando otras nuevas después, con nuevo nombre por supuesto, pero la misma estructura. Y así, el pequeño empresario debe ver cómo su antiguo cliente, supuestamente sin un euro, conduce un enorme cochazo, viste ropa de marca, tiene lujosas viviendas, lleva a sus hijos a colegios de pago y sobretodo tiene una cara muy dura. Y como la justicia no puede hacer nada, sólo le queda el derecho al pataleo, ¡pues a usarlo! Así, cada vez que lo vea comprar un kilo de cigalas, nada le dejará más a gusto que decirle en público: ¡Disculpe!, deme unas cuantas de esas cigalas pues me pertenecen por la cantidad que me debe, ¡moroso! Eso en un pueblecito hace mucho más daño que si le sigue el Cobrador del Frac...
Y por si fuera poco, ahora los empleados de las pequeñas empresas también están encontrando aires de grandeza y se creen superiores a su propio empresario. De un día para otro empiezan a trabajar poco y mal, para que el pequeño empresario se vea obligado a despedirlos y todavía les tiene que pagar una cuantiosa indemnización, porque si va a juicio nunca podrá demostrar que el empleado trabajaba mal y poco y todavía será peor. Así están hechas las leyes siempre beneficiando al pequeño empresario...
Pero eso sí, a la pequeña empresa no se le deja pasar ni una, si sale una nueva ley que regula aspectos laborales de seguridad o higiene, la pequeña empresa siempre recibirá una pronta inspección, casi sin tiempo a adaptarse y, como al contrario que una gran empresa, no va sobrada de dinero para untar al inspector de turno, si no está en orden recibirá su sanción sin atender que como está esperando que sus clientes le paguen el trabajo realizado 90 días antes no tiene dinero para renovar los extintores, por ejemplo, y si no paga la multa se precinta el negocio y asunto arreglado.
Mientras, la sociedad mira para otro lado, sin ver ese grave problema que sufren nuestros vecinos, una injusticia social que trae sin cuidado a los gobernantes de turno, enfrascados únicamente en temas tan importantes como la subida de su propio sueldo, ¿y el pequeño empresario qué? ¡Ojalá alguna vez el pez chico se coma al grande!
Con esto os dejo por hoy, queridos lectores, confiando en que mis palabras hieran vuestra sensibilidad y esperando no ser merecedor de la hoguera. Espero que estéis de acuerdo en declarar culpables y merecedores del fuego purificador a los políticos que sólo tienen ojos para favorecer a las empresas del IBEX 35 olvidando a la pequeña empresa, a los malos empleados que se aprovechan del sistema para pescar en río revuelto, y sobretodo a esos clientes caraduras y morosos que se atreven a mirar por encima del hombro al pequeño empresario al que le deben su fortuna.
¡Buenas noches!

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